martes, 25 de marzo de 2008

LOS NIÑOS SI ENTIENDEN DE SISTEMAS

Este artículo me pareció no solo interesante sino también colosal; y es que los niños realmente tienen sabiduría para el mundo. Ojalá lo disfruten y pongo el nombre del autor del texto porque es lo correcto, encontré el relato en internet y ahora lo pongo al alcance de ustedes.

LOS NIÑOS SI ENTIENDEN DE SISTEMAS


Angel A. Sarabia

Afortunadamente en este mundo no todos son ladrones ni del todo egoístas. Lo que voy a describir a continuación es el resultado de un experimento que realicé hace ya bastantes años en el Departamento de Estadística e Investigación Operativa de la que es hoy Facultad de Ciencias Matemáticas de la Universidad Complutense. Es necesario advertir que las cantidades monetarias que se manejaron en aquella época posiblemente no sean suficientes para motivar a los niños de hoy a participar en una experiencia semejante. El hecho de no haber alcanzado los goces de la paternidad me impide por otro lado dar consejos sobre este asunto.

Los protagonistas de la experiencia fueron, ¿porqué no?, Blancanieves y Apolodoro, de ocho y diez años respectivamente en aquel entonces. A lo largo del experimento ambos tenían que elegir sucesiva, simultánea e independientemente uno del otro, entre una ficha roja y otra azul. Como resultado de sus elecciones recibían como premio las cantidades en pesetas que se reflejan en la Tabla siguiente. En la parte superior de cada una de sus casillas se indica la cantidad percibida por Apolodoro y en la inferior la ganada por Blancanieves.




Al comienzo de la experiencia los niños elegían las fichas con la idea de sacar su máximo provecho individual: la ficha azul era seleccionada en proporción significativamente mayor que la roja, con lo que sus ganancias respectivas se reducían a una peseta por cada elección de ficha. A medida que los niños iban captando el sentido del juego, partiendo del incremento constante de información que sus sucesivas elecciones les proporcionaban, alcanzaban un acuerdo tácito, no verbalizado, por el que ambos pasaban a cooperar eligiendo la ficha roja con la que obtenían cuatro pesetas por elección. Lo curioso del caso es que este principio de organización de la pareja era respetado durante una serie de jugadas, pero en un momento dado uno de los niños “traicionaba” el acuerdo y a partir de ese momento, y tras acusarse mutuamente, de nuevo el caos parecía gobernar sus criterios de selección hasta que tras una serie de elecciones de nuevo volvían a ese equilibrio que en general parecía satisfacerles más. De forma intuitiva pasaban a concebirse como un todo interrelacionado, en el que a partir de su actividad de jugadores tenían el objetivo común de ganar la mayor cantidad de dinero.

Tampoco el comportamiento de los niños en el juego anterior es inusual. En toda organización, no importa cual sea su naturaleza, cuyo funcionamiento sea considerado como bueno cara a unos objetivos, podemos observar este comportamiento cooperativo. Ello vale desde un sistema del tamaño de un Estado moderno democrático (de los de verdad), pasando por una empresa, un equipo de fútbol o baloncesto (si usted es aficionado a este último deporte sabe lo bien que se valora a los jugadores que proporcionan asistencias), una unidad
familiar o dos jugadores de tenis jugando por parejas.

En todos estos sistemas se observa como cada subsistema se “sacrifica” por los demás, recibiendo a cambio las ventajas inherentes a pertenecer a un sistema de superior jerarquía, ventajas de las que carece cada miembro en particular, y que en conjunto denominaremos con el término de sinergia.
Así, un estado democrático se define como aquel en el que cada individuo sacrifica su interés propio a los fines de su comunidad, que no son otros que los de cada uno de sus ciudadanos. Lo mismo puede decirse de una bien organizada unidad familiar: todos los que formamos parte de alguna de ellas sabemos por dulces (o amargas) experiencias lo agradable o (triste) que puede ser cada momento según que cada miembro mire para los demás (o para sí mismo). En la Figura 1 tiene usted un pequeño y bien conocido dibujo que muestra como también los animales, ¡y de qué modo!, están imbuídos de la visión sistémica (en su caso el sistema es la especie).


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